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El sueño de los más pequeños, la nostalgia de los más mayores

13-09-2019


El sueño de los más pequeños, la nostalgia de los más mayores
Gaspar Pérez Albert y

El Museo Escolar de Pusol ha sido, desde finales de los sesenta, un referente para el término municipal de Elche en la conservación de una cultura que estaba desapareciendo. En un primer momento, el Proyecto llevado a cabo en la escuela de Pusol -el cual incluye el museo, entre otras actividades- se encargó de recuperar los oficios y herramientas relacionadas con las tareas del laboreo que, a causa de la mecanización, estaban desapareciendo con rapidez. Pero el Proyecto creció más allá del estilo de vida rural de la partida de Puçol, llegando a la ciudad de Elche. En la década de los noventa, el museo recibió la llamada de muchos de los propietarios y propietarias de los comercios de la ciudad que estaban echando el cierre a sus negocios, a causa de la aparición de grandes superficies y centros comerciales, para donar el contenido de sus tiendas y el mobiliario de las mismas al Museo Escolar. 

Fue a raíz de la ampliación que el museo experimentó a principios del siglo XX cuando muchos de estos comercios pudieron ser instalados y expuestos en su nuevo emplazamiento. Uno de estos comercios, Almacenes Parreño, estuvo situado en la calle de El Salvador durante gran parte del siglo XX. Actualmente, este negocio y muchos otros se encuentran reproducidos en el Museo Escolar, a la espera de la visita de los/as transeúntes más curiosos que vengan a visitar nuestras instalaciones. Este espacio expositivo recoge una muestra de juguetes de la industria tradicional desde principios del siglo XX hasta la década de los años 80 del mismo siglo. 

Detenerse en el mostrador de Almacenes Parreño y observar el interior del comercio es para muchos y muchas una mirada de nostalgia hacia la niñez. Una mirada al pasado en busca del niño o niña del interior de cada uno y cada una, que rastrea en un baúl de recuerdos para sacar su juguete de hojalata o su muñeca de trapo con los que tanto disfrutó jugando. Y es que los materiales utilizados de los juguetes de la primera mitad del siglo XX, como la madera, el metal o el cartón, ya nada tienen que ver con los de hoy día. Estos materiales fueron prácticamente sustituidos en su totalidad con la introducción del plástico en la industria juguetera en la década de los sesenta. 

Los/as niños/as de la década de los cuarenta y cincuenta que tenían esta serie de juguetes eran aquellos/as cuyas familias podían permitirse adquirir estos artículos, considerados de lujo en aquella época. Esto no quiere decir que los niños y las niñas de familias menos pudientes no jugasen con juguetes y se limitasen a llorar tras el cristal del escaparate, pues la imaginación les llevaba a construir y fabricar sus propios juguetes.

Alguno de estos juguetes son las muñecas hechas de trapo, el juego de las tabas -cuyas fichas se obtienen de los huesos de las patas del cordero- o los cromos, éstos se podían adquirir por una pequeña cantidad de dinero, o bien los más avispados y avispadas recortaban las imágenes de las cajas de cerillas y de las imágenes de las vitolas de los puros.

La industria juguetera alicantina del siglo XX se desarrolló en algunos pueblos de la comarca interior de la Hoya de Alcoy, entre los parques naturales de la Sierra de Mariola y del Maigmó. Uno de esos pueblos es Onil, conocido por la fabricación de muñecas y juguetes. Otro de los puntos más industrializados en este sector fue la población de Ibi, donde muchas de las empresas pioneras que trabajaron en aquella primera mitad del siglo XX han llegado hasta nuestros días y son un referente en las principales ferias a nivel internacional.

Desafortunadamente otras no han permanecido en el tiempo, pero sí en el imaginario colectivo de la sociedad española, como los juguetes mecanizados de hojalata de la casa Payá. Esta empresa se convirtió en 1915 en la empresa de fabricación de juguetes más importante de todo el país; en 1948 fueron pioneros en instalar una máquina de inyectado de plástico adaptada a la producción juguetera. La empresa se convirtió en una cooperativa en 1984, dejando juguetes tan interesantes como "El Estudiante", juguete que el Museo Escolar de Pusol tiene entre sus fondos desde que en 2016 Gaspar Pérez Albert lo donara. Su primer modelo está fechado por la casa Payá en 1933. Funciona con un mecanismo de cuerda que permite al personaje del estudiante caminar a gran velocidad, apoyado en un par de maletas -repletas de pegatinas con las calificaciones obtenidas en los exámenes de la universidad-, simulando que llega con prisas para tomar un tren o algún otro transporte. 

Es importante que juguetes de este calibre o piezas que representen tanto una época sean conservadas, no solo para esos nostálgicos que vienen a visitarnos, sino para instruir a los/as más jóvenes de hoy en lo que fue la infancia de sus antepasados, haciéndoles ver que un solo objeto o juguete, en este caso, puede contarnos tanto de una época pasada.


Autor: Borja Guilló, técnico del Museo Escolar.

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